Sounding o el arte de meterse cosas por la polla

Sounding o el arte de meterse cosas por la polla

miércoles, 8 de mayo de 2013

Sounding relatos: Estudiando anatomía; Parte 4



Jaime se levantó de pronto y se dirigió rápidamente hacia el baño, no sin antes pedirle brevemente a su colega que le esperase un segundo. Carlos le miró alejándose en dirección contraria a aquélla en la que estaban situados mientras observaba cómo se llevaba con él, asido entre sus dedos zurdos el lápiz que antes había escogido, no sin apartar a su vez la vista de aquel par de nalgas que nunca antes había tenido el privilegio de poder observar desnudas, bañadas por un finísimo vello y dotadas de la firmeza propia del deportista habitual en que se convertía Jaime cuando el estudio se lo permitía. Un trasiego de pensamientos desfilaban por su mente mientras sus ojos se despedían de aquella hermosa anatomía del colega que la ocasión tan extraordinaria que se estaba sucediendo le había permitido vislumbrar. Aquella confianza que su compañero estaba tomando con él le sorprendía y le extrañaba, pero a la par le agradaba profundamente. Era más que probable que aquel cúmulo de coincidencias que había desembocado en la situación que estaba viviendo no se volviera a repetir. La desinhibición de Jaime posiblemente se debía en gran parte a su estado de ligera embriaguez. Lo más seguro es que a la mañana siguiente todo quedara sumergido en un recuerdo del que ninguno de los dos se atreviese a hablar, pero por eso mismo, y ahora que Jaime no sólo se desinhibía sino que además lo hacía confesando el gusto por aquello que él mismo estaba inaugurando esa misma noche, debía vencer su timidez y sumarse a la confianza depositada y nacida entre ambos para poder vivir un espectáculo sin ser mero espectador lejano y disfrutar de una vivencia deseada y completamente inolvidable.

Jaime regresó del baño con una ligera sonrisa entre los labios y el lápiz cogido con la mano derecha, alzándola al compás que su mirada, dirigida hacia la de Carlos, mientras movía el lápiz ondeándolo con rapidez en el aire de un lado para otro, sujeto entre el pulgar y su dedo índice. Como aquél que hubiera salvado un peligro antes de caer en el mismo, satisfecho comentaba a su colega, a modo de excusa por su repentina salida del escenario, y mientras volvía a tomar posición sentado sobre la cama:

- Se me olvidaba lavarlo, tío.

Carlos comprendió entonces que no era la primera vez que Jaime practicaba lo que él había tardado tanto tiempo en decidirse a realizar. Aquellas palabras rompieron totalmente con las reticencias que aún quedaban en Carlos y, liberándose en él la confianza ya libre de Jaime, y rompiendo con la inhibición que su falta de encuentros eróticos desembocaba en timidez hacia los otros chicos, decidió dejarse llevar por el momento que la casualidad, el cúmulo de coincidencias y la vida le presentaban, y comenzó a tratar a Jaime como a un amigo al que conociese de toda la vida y con el que pudiera compartir y desvelar todo tipo de secretos íntimos. Así, sonriéndole y en tono picaresco le confesó:

- ¿Sabes que yo tampoco estaba metiéndome el lápiz por el culo…?

La boca de Jaime se entreabrió sin dejar de sonreír, efectuando una ligera y seca risa solitaria que desembocó en un guiño hacia Carlos.

-Pero qué cabrón que es mi compañero de cuarto –dijo Jaime carcajeando-. Yo que pensaba que te iba a dar lecciones de sounding y resulta que tú ya sabes cómo petarte el rabo.

- Bueno, bueno… Hoy es la primera vez que practico el…, ¿cómo has dicho que se llama?

- Sounding. Vamos, meterse cosas por el pito, para los amigos. ¡Je je je! ¿Entonces hoy era tu primer día?

- Sí…

- A ver, muéstrame entonces tus progresos, campeón.

Carlos estaba más que excitado por la situación. Si ya cuando se puso a estudiar aquella noche nunca hubiera pensado que terminaría decidiéndose a probar lo que tantas ganas tenía en relación con su uretra, jamás hubiese dado crédito si le hubieran asegurado que culminaría su primera experiencia de uretralismo mostrándole sus prácticas iniciales a otro chaval que estaba demostrando ser tan curioso y morboso como él, y que no era otro que el colega de cuarto con el que desde hacía varios meses compartía espacio vital y situaciones estudiantiles.

- Ya te digo que es la primera vez…

Como si fuera una disculpa, Carlos soltó esta sentencia cual prevención ante la carencia de madurez en el sounding que Jaime parecía haber superado hasta una escala que no podía en ese momento alcanzar ni comparar.

- Tranquilo, tío. A tu ritmo.

Carlos se compuso y rompiendo con tabúes y miedos cogió con su mano izquierda el pene más que excitado que calzaba y, tras limpiar previamente el lápiz con la tela de la camiseta que portaba, y enjugando bien el mismo metiéndoselo repetidas veces en la boca y bañándolo con su saliva en abundancia, lo situó en las puertas de su conducto uretral, esperando a ser abiertas en busca del camino que, recorrido, llevaría a Carlos a la meta del placer más deseado.

- ¡Ey! Me falta lubricarlo.

- Sí. Mejor si le echas un poco de crema.

La contestación de Jaime sonaba como la aprobación de un tutor hacia su pupilo y, sin variar la posición del lápiz asido con la mano derecha, deseoso de introducirse por la fosa navicular de Carlos, éste alcanzó el bote de crema con la mano izquierda tras soltar la erecta verga y, valiéndose sólo con su zurda extremidad, se untó los dedos de graso lubricante que inmediatamente roció por todo el lápiz tras untarse bien los labios de su meato.

- Estupendo tío. Pásamela a mí también.

Carlos le alcanzó el bote a Jaime y, tras la entrega, regresó su mano al falo disponiéndose a repetir tras considerar esta vez que todo estaba completamente listo, la operación en que minutos antes se encontraba inmerso cuando aún disfrutaba de la soledad del dormitorio.

- Voy…

(Continuará...)

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