Carlos se abrió los labios del meato con los dedos pulgar e índice de la
mano izquierda, mientras empujaba el lápiz dentro de sí con decisión invadiendo
su anatomía. Un ligero gemido de placer se escapó de entre sus dientes.
- Venga cabrón.
Jaime observaba con atención el espectáculo mientras se pajeaba suavemente,
corriendo su prepucio sobre el rosado glande en un vaivén lento pero carente de
pausa.
- ¡Je je! Pues para ser la primera vez lo haces muy bien.
Carlos fue quien sonrió esta vez y, levantando la mirada de sus genitales y
orientándola hacia Jaime le contestó.
- Bueno, me entra más o menos medio lápiz…
- Pues no está nada mal, en serio. A mí las primeras veces apenas me
entraban un par de centímetros.
- Así que llevas mucho tiempo practicando…
- Bueno, unos añitos. Desde un día de campo en que estuve con un par de
primos míos a los que hacía mucho que no veía porque viven en el Norte. Tenía
entonces unos catorce años. Mis primos son mayores que yo. Con uno me llevo un
año, y con el otro un par de ellos. Ese día nos fuimos a coger espárragos y
pasamos la mañana hablando de tonterías y cosas de niñatos, y como mis primos al
ser mayores que yo siempre han querido hacerse los gallitos conmigo, terminaron
sacando el tema de los pajotes, pensando que yo no me la cascaba. Entonces mi
primo Abel, que es el mayor de nosotros tres, nos preguntó que cuál era la paja
más rara que nos habíamos hecho alguna vez, asegurándonos con firmeza que él
nos ganaría a nosotros dos. Recuerdo que mi primo Jorge comentó que él una vez
había metido la polla dentro de un melón. Dijo que lo había hecho en una
excursión de fin de curso porque un compañero lo propuso, que se buscaron uno
en el pueblo donde acampaban y por la noche se lo estuvieron follando y pasando
entre todos dentro de la tienda de campaña. Y la verdad es que aquello me
sorprendió y me puso cachondo, no sólo porque yo hasta ese momento sólo me
había cascado pajotes muy normales, sino
sobre todo porque nunca me había imaginado algo así, y menos en grupo, pero lo
que nos comentó el Abel me superó. El cabronazo dijo que lo del melón estaba
muy bien, pero cogiendo una paja del suelo nos soltó que él a veces se metía
cosas como aquella por la verga, y que era una pasada. Mi primo Jorge y yo lo
flipábamos. Nos contó con detalle cómo lo hacía y el placer que le daba, y me
quedé con la idea, así que tiempo después, un día que estaba a mil, me decidí a
probar en casa con una aguja de ganchillo que le cogí a mi madre. Me la metí
por la punta contraria a la que se usa para coser, ya sabes, y… ¡uf!
Carlos se quedó perplejo ante el relato que Jaime estaba compartiendo con
él, y vino a su mente la historia relacionada con su primo Bruno, vivida a raíz
de su intervención quirúrgica. Era sorprendente apreciar que ambos habían sido
en cierto sentido ilustrados por familiares de edad relativamente similar cuya
adolescencia compartida había sido la clave para dar lugar a confesiones
onanistas tan íntimas como aquéllas. Pero lo que sin duda era más que
sorprendente para Carlos fue descubrir en su compañero de cuarto la figura de
todo un experimentado jugador dentro de un mundillo en el que hacía tiempo
tenía ganas de aventurarse.
- ¡Joder! Entonces tú debes ser todo un experto en el tema, ¿no? Seguro que
te entra el lápiz un montón…
Jaime le sonrió y con tono morboso le contestó:
- Ahora verás…
Con el lápiz lubricado y en pose similar a la que Carlos había tomado
instantes antes, Jaime se dispuso a meterse el lápiz dentro de su espléndido
falo. Prácticamente sin pestañear y en apenas unos segundos, el lápiz que
portaba el colega de cuarto desapareció dentro de su carne sin dificultad
alguna, como presa engullida por un ser devorador hasta atraparlo por completo
en su conducto urinario impidiendo su salida taponándole con su dedo índice el
orificio de escape que suponía el meato.
- ¡Uf tío! ¡Qué pasada!
Carlos se sintió inmensamente complacido al poder verificar con aquel corto
pero intenso espectáculo las cualidades virtuosas de Jaime en el uretralismo.
- Mola, ¡eh! – y carcajeó picaronamente -. Ya ves que me entra enterito…
- ¡No veas! ¡Joder! Todo un experimentado, ya te digo… Aunque con semejante
rabaco es más fácil que te entren cosas más largas, ¿no?
Jaime se sintió halagado por la apreciación dirigida hacia el tamaño de su
miembro viril, y arqueando las cejas mientras sonreía, contestó presumidamente.
- Bueno, es una carta con la que juegas a tu favor, pero lo fundamental no
es que tu polla sea larga, sino que sea tragona, y lo mía lo es, y mucho…
- Ya veo, ya…
- ¡Uf! Me encanta tío. Sentir el lápiz introduciéndose dentro del rabo,
pasando por el agujero y el conducto y ver cómo desaparece dentro de tu propia
polla es de lo mejorcito, ¿no crees?
- Sí tío. Es estupendo… Yo siempre había sentido curiosidad. Me he estado
toqueteando la punta del capullo durante los últimos meses pero nunca antes me
había decidido a meterme algo dentro. Ahora estaba estudiando anatomía y al
observar la uretra en el libro y aprovechando que estaba solo he pensado en
probar por fin.
- ¡Anda el Severo Ochoa! ¡Qué morboso nos ha salido! Así que todo ha sido
por estar estudiando anatomía, ¡eh! Bueno, pues sigamos entonces con la
lección…
Sin pausa dejó Jaime salir parte del lápiz que tenía atrapado en el
interior de su falo para, asido rápidamente con sus dedos en la escapada de
éste, volver a meterlo y sacarlo sin parar como si se estuviera follando su
mismo miembro viril. Carlos, a punto de alcanzar el éxtasis promovido por lo
morboso de la situación, la desinhibición de la conversación, la calentura del
espectáculo desarrollado frente a él y el placer obtenido mientras sondaba su
carajo, imitó a su colega, más lentamente pero con el mismo énfasis.
- ¡Joder! Creo que me voy a correr…
- Venga tío. Corrámonos juntos.
Carlos aceptó el reto propuesto por Jaime y siguió con el lápiz metido
dentro de su cipote hasta que comenzó a percibir la presión que antecede todas
sus eyaculaciones. Sacándose velozmente el lápiz de su verga, comenzó a
masturbarse con fuerza y pasión.
- ¡Me viene…!
Y antes de terminar las palabras, un abundante chorro de semen saltó
impetuosamente desde el interior de su pene erecto alcanzando la altura de los
pies del compañero sentado frente a él, mientras que éste se pajeaba igualmente
con la mano derecha impidiendo la salida del lápiz taponado en el interior del
carajo con la palma izquierda, donde había quedado sumergido en tres de las
cuatro partes de su longitud. No más de cinco segundos después eran los pies de
Carlos los que veían junto a sí no sólo el néctar sexual de su colega mezclado
en grumos con el suyo propio, sino también aquel utensilio de escritura
convertido en juguete erótico que, disparado con fuerza del interior del pene
al alcanzar éste el orgasmo con su correspondiente eyaculación, y tras retirar
la mano avisado de la llegada del placer por su organismo, caía al suelo que
separaba a los dos jóvenes.
- ¡Uf! ¡Qué corrida chaval!
- Sí… Joder, lo que me he estado perdiendo todo este tiempo.
- ¡Je je! Pues ya sabes algo más… Y ahora toca limpiar y después a dormir.
Bueno, tú deberías seguir estudiando, que aún te queda cumplir con una
asignatura, ¡eh! Aunque con esto no podrás decir que no has estado estudiando
anatomía esta noche, ¡je je je! De todos modos, puedes contar conmigo cada vez
que necesites darle un repaso a la lección…
FIN
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