Sounding o el arte de meterse cosas por la polla

Sounding o el arte de meterse cosas por la polla

domingo, 2 de junio de 2013

Sounding relatos: Estudiando anatomía; Parte 5



Carlos se abrió los labios del meato con los dedos pulgar e índice de la mano izquierda, mientras empujaba el lápiz dentro de sí con decisión invadiendo su anatomía. Un ligero gemido de placer se escapó de entre sus dientes.

- Venga cabrón.

Jaime observaba con atención el espectáculo mientras se pajeaba suavemente, corriendo su prepucio sobre el rosado glande en un vaivén lento pero carente de pausa.

- ¡Je je! Pues para ser la primera vez lo haces muy bien.

Carlos fue quien sonrió esta vez y, levantando la mirada de sus genitales y orientándola hacia Jaime le contestó.

- Bueno, me entra más o menos medio lápiz…

- Pues no está nada mal, en serio. A mí las primeras veces apenas me entraban un par de centímetros.

- Así que llevas mucho tiempo practicando…

- Bueno, unos añitos. Desde un día de campo en que estuve con un par de primos míos a los que hacía mucho que no veía porque viven en el Norte. Tenía entonces unos catorce años. Mis primos son mayores que yo. Con uno me llevo un año, y con el otro un par de ellos. Ese día nos fuimos a coger espárragos y pasamos la mañana hablando de tonterías y cosas de niñatos, y como mis primos al ser mayores que yo siempre han querido hacerse los gallitos conmigo, terminaron sacando el tema de los pajotes, pensando que yo no me la cascaba. Entonces mi primo Abel, que es el mayor de nosotros tres, nos preguntó que cuál era la paja más rara que nos habíamos hecho alguna vez, asegurándonos con firmeza que él nos ganaría a nosotros dos. Recuerdo que mi primo Jorge comentó que él una vez había metido la polla dentro de un melón. Dijo que lo había hecho en una excursión de fin de curso porque un compañero lo propuso, que se buscaron uno en el pueblo donde acampaban y por la noche se lo estuvieron follando y pasando entre todos dentro de la tienda de campaña. Y la verdad es que aquello me sorprendió y me puso cachondo, no sólo porque yo hasta ese momento sólo me había cascado pajotes muy  normales, sino sobre todo porque nunca me había imaginado algo así, y menos en grupo, pero lo que nos comentó el Abel me superó. El cabronazo dijo que lo del melón estaba muy bien, pero cogiendo una paja del suelo nos soltó que él a veces se metía cosas como aquella por la verga, y que era una pasada. Mi primo Jorge y yo lo flipábamos. Nos contó con detalle cómo lo hacía y el placer que le daba, y me quedé con la idea, así que tiempo después, un día que estaba a mil, me decidí a probar en casa con una aguja de ganchillo que le cogí a mi madre. Me la metí por la punta contraria a la que se usa para coser, ya sabes, y… ¡uf!

Carlos se quedó perplejo ante el relato que Jaime estaba compartiendo con él, y vino a su mente la historia relacionada con su primo Bruno, vivida a raíz de su intervención quirúrgica. Era sorprendente apreciar que ambos habían sido en cierto sentido ilustrados por familiares de edad relativamente similar cuya adolescencia compartida había sido la clave para dar lugar a confesiones onanistas tan íntimas como aquéllas. Pero lo que sin duda era más que sorprendente para Carlos fue descubrir en su compañero de cuarto la figura de todo un experimentado jugador dentro de un mundillo en el que hacía tiempo tenía ganas de aventurarse.

- ¡Joder! Entonces tú debes ser todo un experto en el tema, ¿no? Seguro que te entra el lápiz un montón…

Jaime le sonrió y con tono morboso le contestó:

- Ahora verás…

Con el lápiz lubricado y en pose similar a la que Carlos había tomado instantes antes, Jaime se dispuso a meterse el lápiz dentro de su espléndido falo. Prácticamente sin pestañear y en apenas unos segundos, el lápiz que portaba el colega de cuarto desapareció dentro de su carne sin dificultad alguna, como presa engullida por un ser devorador hasta atraparlo por completo en su conducto urinario impidiendo su salida taponándole con su dedo índice el orificio de escape que suponía el meato.

- ¡Uf tío! ¡Qué pasada!

Carlos se sintió inmensamente complacido al poder verificar con aquel corto pero intenso espectáculo las cualidades virtuosas de Jaime en el uretralismo.

- Mola, ¡eh! – y carcajeó picaronamente -. Ya ves que me entra enterito…

- ¡No veas! ¡Joder! Todo un experimentado, ya te digo… Aunque con semejante rabaco es más fácil que te entren cosas más largas, ¿no?

Jaime se sintió halagado por la apreciación dirigida hacia el tamaño de su miembro viril, y arqueando las cejas mientras sonreía, contestó presumidamente.

- Bueno, es una carta con la que juegas a tu favor, pero lo fundamental no es que tu polla sea larga, sino que sea tragona, y lo mía lo es, y mucho…

- Ya veo, ya…

- ¡Uf! Me encanta tío. Sentir el lápiz introduciéndose dentro del rabo, pasando por el agujero y el conducto y ver cómo desaparece dentro de tu propia polla es de lo mejorcito, ¿no crees?

- Sí tío. Es estupendo… Yo siempre había sentido curiosidad. Me he estado toqueteando la punta del capullo durante los últimos meses pero nunca antes me había decidido a meterme algo dentro. Ahora estaba estudiando anatomía y al observar la uretra en el libro y aprovechando que estaba solo he pensado en probar por fin.

- ¡Anda el Severo Ochoa! ¡Qué morboso nos ha salido! Así que todo ha sido por estar estudiando anatomía, ¡eh! Bueno, pues sigamos entonces con la lección…

Sin pausa dejó Jaime salir parte del lápiz que tenía atrapado en el interior de su falo para, asido rápidamente con sus dedos en la escapada de éste, volver a meterlo y sacarlo sin parar como si se estuviera follando su mismo miembro viril. Carlos, a punto de alcanzar el éxtasis promovido por lo morboso de la situación, la desinhibición de la conversación, la calentura del espectáculo desarrollado frente a él y el placer obtenido mientras sondaba su carajo, imitó a su colega, más lentamente pero con el mismo énfasis.

- ¡Joder! Creo que me voy a correr…

- Venga tío. Corrámonos juntos.

Carlos aceptó el reto propuesto por Jaime y siguió con el lápiz metido dentro de su cipote hasta que comenzó a percibir la presión que antecede todas sus eyaculaciones. Sacándose velozmente el lápiz de su verga, comenzó a masturbarse con fuerza y pasión.

- ¡Me viene…!

Y antes de terminar las palabras, un abundante chorro de semen saltó impetuosamente desde el interior de su pene erecto alcanzando la altura de los pies del compañero sentado frente a él, mientras que éste se pajeaba igualmente con la mano derecha impidiendo la salida del lápiz taponado en el interior del carajo con la palma izquierda, donde había quedado sumergido en tres de las cuatro partes de su longitud. No más de cinco segundos después eran los pies de Carlos los que veían junto a sí no sólo el néctar sexual de su colega mezclado en grumos con el suyo propio, sino también aquel utensilio de escritura convertido en juguete erótico que, disparado con fuerza del interior del pene al alcanzar éste el orgasmo con su correspondiente eyaculación, y tras retirar la mano avisado de la llegada del placer por su organismo, caía al suelo que separaba a los dos jóvenes.

- ¡Uf! ¡Qué corrida chaval!

- Sí… Joder, lo que me he estado perdiendo todo este tiempo.

- ¡Je je! Pues ya sabes algo más… Y ahora toca limpiar y después a dormir. Bueno, tú deberías seguir estudiando, que aún te queda cumplir con una asignatura, ¡eh! Aunque con esto no podrás decir que no has estado estudiando anatomía esta noche, ¡je je je! De todos modos, puedes contar conmigo cada vez que necesites darle un repaso a la lección…


FIN

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