-Ya estoy aquí, Severo Ochoa. Estos tíos son unos rajaos. Tanto que querían
salir de marcha y a por todas pero después de las birras han dicho que no
aguantaban más y que no les apetecía continuar con las copas, así que prontito
para casa… Menos mal que al menos el rato que hemos estado juntos lo hemos
pasado bien… Cuando termines tú te apuntas y te vienes, y así podré tirar al
menos de ti para que te quedes conmigo un rato más, ¡eh! A todo esto, ¿cómo
llevas el examen?
Carlos no sabía cómo reaccionar ante la repentina e inesperada llegada de
su compañero de cuarto. Sin tener apenas tiempo para ejecutar alguna acción que
le ayudase a disimular y esconderse de los actos que estaba llevando a cabo,
sólo alcanzó a taparse las piernas, y entre ellas sus genitales y su pene
sondado, con parte del edredón que utilizaba como cobertura de la cama.
- ¡Vaya! Pues sí que has regresado temprano. No te esperaba tan pronto
después de la perra que me diste sobre lo bien que lo ibas a pasar esta noche y
de lo mucho que te ibas a resarcir del tiempo encerrado por culpa de los
exámenes quedándote hasta las tantas.
Carlos intentó disimular la situación en la que había quedado sorprendido
hablando con Jaime de manera distendida y despreocupada, aguantándose el
nerviosismo que se había apoderado de su cuerpo y su corazón. Con suerte Jaime
habría bebido, a pesar de lo temprano de
la vuelta al Colegio Mayor, más copas de lo habitual y lo primero que haría
sería entrar en el baño para descargar la vejiga, pudiendo él entonces terminar
por deshacer la posición en la que había quedado congelado por la inesperada
visita.
- Si por mí hubiera sido, hubiese regresado temprano, pero bien por la
mañana - Jaime carcajeó -. Si te hubieras venido ten por seguro que te hubiera
obligado a quedarte más tiempo, pero con
éstos no hay quien pueda.
Efectivamente Jaime había aparecido en el cuarto con alguna copa de más,
pero lejos de dirigirse al aseo, la conversación le había animado y, en contra
de lo pretendido por Carlos, llevó a Jaime a caminar hacia su compañero y,
mirándole en su posición, sentado en la cama lejos del libro que yacía sobre la
mesa, no tardó en preguntarse hacia sus adentros qué haría Carlos en semejante
actitud.
- ¿Qué tal tu noche? ¿Has aprovechado mi ausencia para estudiar sin las
molestias que tu estupendo compi suele ocasionarte? Y, a todo esto, ¿qué haces
sentado sobre la cama con la colcha por encima y los pantalones sobre la cama?
Carlos no sabía dónde mirar ni mucho menos qué responder ni qué excusa
poner. Ruborizado hasta el extremo, no alcanzaba a disculparse con palabra
alguna cuando, en un instante en que su mirada perdida rozó la cara de Jaime,
vio que éste, de pronto, reflejaba en su rostro una grata sonrisa y se echaba a
reír a carcajadas.
-¡No me jodas! ¡Ja ja ja! ¡Qué cabrón! Te estabas haciendo un pajote
aprovechando que te he dejado solito, ¡eh! ¡Ja ja ja!
Carlos no sabía si encajar aquella observación de Jaime con alivio, como
una manera de esconder la sesión de sounding utilizando para ello otra práctica
más sencilla, muy embarazosa pero al menos no tan vergonzante para él, o
simplemente derrumbarse ante la obviedad de la situación deseando que la tierra
se abriese a sus pies. Intentó coger fuerzas y recomponerse dentro del bochorno
en que se sentía encontrarse, presumiendo de no avergonzarse por masturbarse
ante un colega masculino como era Jaime. Sin embargo parecía que su suerte se
lo quería poner más difícil aún y le aguardaba un pequeño acontecimiento que
antes o después iba a ocurrir sin que Carlos hubiera caído en ello. El lápiz
con el que jugaba, y que había quedado semiintroducido en su longitud dentro de
su uretra, cayó de pronto al suelo una vez que la verga de éste había perdido
gran parte de su erección debido al nerviosismo en que Carlos había caído por
la inesperada llegada de su colega.
Jaime miró el lápiz rodar junto a los desnudos pies de Carlos, dirigiendo
inmediatamente una interrogativa mirada a los ojos de éste. El derrumbe total de
Carlos estaba al borde cuando de repente notó cómo los labios de Jaime
esbozaban poco a poco una sonrisa.
- Te lo estabas metiendo por el culo, ¡eh! ¡Joder! Y yo que te tenía por un
pardillo y sabes divertirte de lo lindo. Tranquilo, a mí también me gusta
hacerme un dedito de vez en cuando. Pero que quede entre nosotros, ¡eh! Que yo
soy muy hetero, ¡je je je!
Jaime le sonrió mientras le guiñaba un ojo a Carlos, que poco a poco iba
relajándose a la par que la tensión de la situación se suavizaba. Nunca había
pensado que Jaime le fuese a pillar algún día en pleno onanismo. Ya había
tenido cuidado cada vez que se sentía con ganas de desfogarse, de hacerse una
paja mientras tomaba una ducha. Nunca pensó tampoco que Jaime, que tan hetero
se mostraba ante él, se confesase inesperadamente en referencia a temas
sexuales y le comentara de pronto que le gustaba estimularse su ano, pero lo
que jamás pensó era que Jaime le fuese a decir lo que ahora sus oídos iban a
escuchar.
- Sabes tío, con el pedo que llevo y verte ahí en plena acción me están
entrando a mí también ganas de acompañarte, si no te importa…
Carlos estaba ahora incluso más sorprendido que cuando Jaime entró
inesperadamente en el cuarto, y sólo acertó a encogerse un poco de hombros y
soltarle un “bueno”.
- Tú si quieres sigue con tu lápiz, que yo voy a coger otro y me lo voy a
meter también.
Carlos ya no sabía cómo reaccionar, pero, sin embargo, la situación estaba
adquiriendo un clima tal que le inducía cada vez menos a querer huir, y sí más
y más a desear saber cuál sería la continuación de los hechos que se estaban
desarrollando. No podía negar que siempre había sentido una ligera atracción por
su compañero de cuarto. No era sólo la inclinación que sentía hacia otro varón
de su misma edad. Jaime era muy atractivo, marcaba con facilidad una
musculatura cuidada y conseguida con las sesiones deportivas a las que se
enfrentaba muchas tardes en las pistas del Colegio Mayor, y en más de una
ocasión, a la hora de acostarse, había adivinado la presencia de un
considerable falo entre las piernas de su compañero, cuando éste portaba el
pantalón del pijama, que usaba libre de ropa interior bajo él.
Jaime se desnudó hasta quedarse vestido sólo con sus bóxers en menos tiempo
del que Carlos hubiera pensado. Semidesnudo cogió un lápiz compañero del que
Carlos había usado para sondarse de entre aquéllos que quedaban en el lapicero
de la mesa de estudios, y dirigiéndose hacia Carlos, que seguía petrificado
sentado sobre el lateral de la cama, se sentó frente a él sobre la suya.
- No te cortes tío. Yo estoy pedo y caliente, así que no me voy a cortar en
nada. Sólo te pido que mañana no me recuerdes nada de esto, ¿ok? Aunque
posiblemente ni aunque me hablaras de esto podría acordarme, ¡je je je!
Acto seguido Jaime se quitó el bóxer, apareciendo frente a Carlos un gran
falo de unos veinte centímetros de longitud, semidescapullado por acción de su
creciente erección, que provocó a su vez un rápido crecimiento de la verga de
Carlos bajo la colcha que cubría sus piernas y que, al contrario que antes,
ahora empezaba a sobrar.
Jaime se cogió el rabo con su mano derecha y lo descapulló despacio y
totalmente, apareciendo por su meato una intensa gota de líquido preseminal. Con
su zurdo dedo índice recogió el jugo que su pene empezaba a gotear, y acto
seguido se lo llevó a sus labios. Miró a Carlos a los ojos mientras degustaba
el néctar salido de su propio sexo y, tras guiñarle un ojo, le sonrió
diciéndole:
- En serio tío, no sabes lo caliente que estoy. No te cortes, de verdad. Ya
que no me he quedado hasta tarde al menos quiero irme a la cama bien desfogado,
y no sabes lo guarro que puedo llegar a ser…
Carlos no se lo pensó más y apartó la colcha que empezaba a estorbar a su
totalmente erecta polla. Frente a frente, ambos compañeros de cuarto comenzaron
a masturbarse, frotando con sus manos en un incesante vaivén sus inflamadas
vergas. Jaime cogió entonces el lápiz que había depositado junto a su pierna
derecha y, tras mirarlo un rato, levantó de nuevo la mirada hacia Carlos y con
cierta lascivia le comentó:
- ¿Sabes qué? Creo que me lo voy a meter por otro sitio en vez de por el
culo.
Carlos no entendía bien lo que su compañero quería decir, pero una imagen
voló momentáneamente por su mente y le hizo imaginarse durante décimas de
segundo a Jaime en lides semejantes a aquéllas en las que él había permanecido
minutos antes, cuando el colega que ahora tenía desnudo y empalmado frente a sí
no había aparecido aún por el cuarto.
- ¿Habías visto alguna vez a algún tío meterse un lápiz por el pito? Yo lo he
hecho varias veces y mola. Me apetece probar de nuevo.
(Continuará...)
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